Una aventura sin fin.
Luego de llevar tanto tiempo sin escribir, se me cruzan las palabras y no sé por dónde comenzar. Así que...
Corriendo por la vía, sintiendo el aire en la cara, la niebla en la vista, el frío en el cuerpo; pasando ríos y charcos, subiendo montañas y bajando otras; enfrentando miedos y aprendiendo del recorrido... así comenzaba cada mañana.
Un día, como todos los demás, salimos temprano sin esperar que, minutos después, comenzara a llover. Con el cuerpo empapado, continuamos por el camino. La lluvia no cesaba, y en una casa nos detuvimos a escampar. Mientras hablábamos de la vida, de los momentos bonitos, de las dificultades en el aula, de los niños que necesitaban más atención, de los libros que leíamos por diversión... así esperamos que la lluvia pasara. Pero no sucedió.
El reloj no paró, y ya era hora de continuar. Emprendimos nuevamente nuestro viaje, con la mirada puesta en lo que estaba más allá, con la mente en quienes nos esperaban. Tan solo eso nos motivaba a seguir: saber que, aunque lloviera o relampagueara, allá iban a llegar, porque no hay otra cosa que disfruten más que llegar a aquel lugar, su segundo hogar.
So_Ary.
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