Hasta el cielo

 Una realidad

Mi niñez, podría decirse que la etapa más hermosa de la vida o al menos eso es lo que yo considero. Bueno, en el ámbito que no había responsabilidades sino solo jugar y ser feliz. Mi abuelo más conocido como Don Víctor, un hombre recto, ejemplar, alto, de piel clara y ojos azules, con su sombrero infaltable, lleno de valores, resaltando su carisma y bondad. Quien hizo el papel de padre y abuelo jugueteando conmigo por toda la casa, esconderse tras las puertas y salir de la nada era su sello, sacando carcajadas de mí, luego del pánico por el inesperado encuentro. Seguido de la unión de nuestras frentes para demoler y hacer fricción, terminando con un largo abrazo, algo tan sencillo como esto, marco mi vida.

Con el paso de los años tu recuerdo se desvanece en mi mente y aún sigo soñando que vuelvas, aún sigo esperando que me tomes de la mano y me guíes por el mejor sendero, aún después de tantos años no lo logro entender cómo es que un ser de luz se puede ir tan pronto.

Las preguntas invaden mi mente constantemente, ¿y si estuvieras aquí? ¿estarías orgulloso de mi? ¿admirarías la mujer en la que me convertido? ¿sonreirías al escuchar mi voz y sentir mis abrazos? ¿Dónde estarías tu? ¿Dónde estaría yo? ¿Qué sería de los dos? Y aunque no me leas, quiero que sepas que la caña, la miel me recuerda a ti, esa sonrisa traviesa que ponías a verme llegar, esas estrategias para hacerme feliz, recuerdo muy bien tu mochila colgada en esa viga tan alta para mí en ese entonces, que aunque pusiera todas las sillas de la casa no lograba alcanzarla y solo te reías de mi ingenuidad; luego, procedías a simplemente estirar un brazo bajarla y mostrarme el contenido, darme el lujo de escoger el que yo quisiera, el más delicioso, el más grande o mi favorito. Tu mochila ya no esta Abuelo, tu ropa, tu acordeón, ya no hay nada de ti y la abuela ya se fue contigo, no te imaginas como sufrió, como pidió al cielo por más fuerzas. lucho tanto, pero no aguanto estar en este mundo un minuto más sin tu amor.

El día que desapareciste no entendía por completo lo que sucedía, pero el miedo, el dolor que mostraba el rostro de mi madre me limitaba. Ya siendo las diez de la noche salimos de casa en compañía de nuestros vecinos, avanzando de a poco al paso de los caballos, cuando de pronto escucho una voz gritar, emocionada respondí pensando que era mi tío negro, quien venía a nuestro encuentro, Yuleni, la china con la que iba, al momento me reprende al darse cuenta que en realidad ese gripo provenía de una zorra, la leyenda cuenta que si las arremedas te molestarán cada que salgas en la noche, un pequeño escalofrió recorrió mi cuerpo e hice silencio queriendo hacerme más pequeña, al llegar a tu casa, todo era frío, tenue, tenso, el silencio permutaba, solo saliendo a la luz el ruido de los animales de la noche.. Ese hogar había sido transformado, había perdido tu esencia.  

Esa noche fue larga, intensa, el desespero, la intriga, la prepotencia de no poder hacer nada más que esperar por noticias. Ya era lo suficiente tarde y mi mamá decidió que era hora de dormir, ya mañana tendríamos respuestas, con el corazón desesperado y afligido, fuimos a la cama, era una niña de tan solo seis años y aunque dicen que para esa edad no se comprende nada, yo lo comprendí todo.  Su cuerpo fue encontrado a las 7 de la mañana el lunes 12 de julio del 2010, estaba a la orilla del rio, boca acajo, con su camisa vinotinto desabrochada quizás por culpa del agua, su pantalón negro de tela el cual llevaba perfectamente planchado ahora lleno de arrugas y desgastes, una de sus botas ya no estaba en su lugar, de su sombreo no hubo rastro y su caballo apareció en una corraleja como por arte de magia, con todas las cosas que llevaba, el rosillo así le llamaba, por su mezcla de pelos entre blancos, rojos y negros, cojudo y de una gran melena, imponente, hermoso, la mejor parte era cuando volvía los domingos en la tarde, aunque estuviera cansado, siempre me dejaba montar su caballo, me daba un vuelta alrededor de la casa haciéndome la niña mas feliz del mundo.

Llego la esperada noticia y aunque anhelábamos que estuvieras con vida, no lo estabas, ese pequeño detalle devasto todo mi ser, todo a mi alrededor se derrumbó, mi abuela no podía creer que su gran amor ya no estaría más, mi mamá tendría que continuar sin su fortaleza, sin su ancla, los gritos, la cabeza dando vueltas, las náuseas, el ardor en el pecho, las lágrimas imparables, los abrazos desesperados, el silencio de aquel que no pudo llorar y no porque no te amara o porque no quisiera hacerlo, sino porque el dolor era tan grande que quizás se podría ir contigo, porque si lo hacia su corazón dejaría de latir y justo en ese momento tuvo que ser fuerte; por él, por ti, por mi abuela, por mi mamá, por mis tíos, por mí y por toda la familia.

Recuerdo bien al verlo en la iglesia, observar su rostro, sus labios morados, su frente llena de marcas, piedras incrustadas en ella, la misma con la que hacía fricción junto a mí, se veía que dolía y quise ayudarle. Pero ya de nada serviría; sus muñecas tenían una gran huella como si se hubiera puesto dos grandes manillas las cuales le quedaban tan ajustadas que dejaron marca de un pequeño hundimiento en la piel, pase mis pequeños dedos lentamente por donde conducía el camino del dolor, le di un pequeño apretón a sus manos diciéndole que estaba ahí, posteriormente puse lentamente mi cabeza sobre él, aún con la esperanza de que quizás su corazón estuviera haciendo algún ruido, al no notarlo volví a ponerme recta a su lado, observando por una ultima vez sus rasguños, sus moretones ahora presentes en su cuerpo.  

Por mucho tiempo me quise convencer de que se había ahogado, de que el agua le hecho una mala jugada y había caído junto con su caballo; pero no. Yo sé perfectamente que no fue así, alguien acabo con su vida, alguien le arrebato su último suspiro sin ni siquiera preguntar, alguien, no se quien, robo una parte de mí y se la llevó consigo.

 

 

 So_ Ary

 

 

 

 

 

 

 

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