FRAGMENTOS DE UN CORAZÓN ANDANTE

2025


Santa Helena del Opón es un municipio bastante alejado de la ciudad, donde la vida nunca ha sido fácil por distintos motivos: la lejanía, el difícil acceso por las carreteras, la educación deficiente hasta hace unos años, y también porque allí han estado presentes grupos como la guerrilla y los paracos. De una u otra forma, aún se vive con el sosiego de que las personas extrañas o nuevas que llegan al pueblo puedan no ser bienvenidas y vuelvan a sembrar el temor en los habitantes. Más directamente, en La Aragua, un corregimiento de este municipio donde vivo desde que estaba en cuarto grado.


Mi mamá, mis tíos, los allegados y mis abuelos cuando estaban en vida, mencionan ocasionalmente la situación tan siniestra con la que tuvieron que crecer: el miedo de salir a jugar a la calle, el temor de encontrarse con quien no debían y que este acabara con su felicidad de ilimitados minutos; que los tomaran a la fuerza y les golpearan por simplemente querer divertirse. 

Tanto así que muchos perdieron a sus familiares en el camino. Unos porque su madre pasó yendo para su finca mientras ocurría un asesinato y, aunque no lo vio, se le acusó y de igual forma acabaron con su vida; otros porque no hicieron caso a los “supuestos líderes”, quienes los torturaban y arrastraban, siendo atados con una manila a las camionetas o caballos.


Paz total realmente nunca hubo, incluso cuando se creía que ya todo había pasado. Siendo una niña de tan solo seis años, llegó a nuestra vida un desgarrador hecho donde muchos dijeron que el agua había tomado por su cuenta el cuerpo, pero yo sé que no fue así. Sé que la envidia de ver a alguien feliz, dispuesto a ayudar a quien lo necesitaba y a predicar la palabra de Dios, les molestó. Le arrebataron la vida y, con él, se llevaron también una parte de la mía: mi abuelo. 


Y así, aunque pasen los años, siguen llegando personas a volver la vida un desastre por fragmentos. En 2017 no me arrebataron esta vez directamente mi felicidad, pero sí a través de una persona que quise muchísimo. Un domingo por la noche, un hombre sin amor propio y mucho menos por los demás le arrebató la vida con siete disparos a quien era su esposa, para luego actuar de igual forma consigo mismo, dejando a dos jóvenes sin madre de la forma más atroz. 


Esta mujer no era mi sangre, pero era la sangre del hombre que me daba felicidad, y con este acto su felicidad se apagó, sus ganas de continuar, de vivir se agotaron, cayendo en un estado de búsqueda en algo que no hace bien: alcohol y drogas.


Buscaba refugio en donde menos debía, pensando, haciéndose creer que esto le apaciguaba el dolor, pero cuando regresaba en sí, este se intensificaba con fuerza, recordándole que quien le había dado la vida ya no estaba más en este mundo por culpa de un cobarde. Muchas veces creemos que quienes hacen daño son personas secundarias, antagonistas, pero no nos damos cuenta que en realidad quien lo causa también puede ser tu supuesto protagonista.


Al graduarme de undécimo grado no tenía muy definido qué quería hacer con mi vida ni qué estudiar, y me tomé un año sabático. Para el siguiente año me presenté a la Policía Nacional con el fin de prestar servicio y conocer esa institución tan bonita. Pasé y presté mi servicio en la ciudad de Tunja y sus alrededores, un año nada fácil. Por primera vez me distanciaba por tanto tiempo de mi familia, tuve que aprender a defenderme y soportar las diversas actividades, aventuras y aprendizajes que se viven dentro de la PONAL. 


Había momentos en los que no quería estar más allí, me sentía sola, y la formación de carácter es un poco tediosa, ya que el trato verbal no era tan bonito, pero eso hace a un buen militar: el no dejarse doblegar por palabras, porque todo es mental. El frío es mental, el miedo es mental, el no poder es mental, y lo comprobé. Las noches se hacían con el pasar del tiempo menos frías, menos largas y menos tenebrosas.


Ya no sentí nervios al tomar un arma y manejarla o tenerla en mi cintura; al contrario, ahora me sentía segura, aunque tenerla significa que en cualquier momento la tendría que usar para defender mi integridad. Gracias a Dios, nunca tuve que hacerlo más que en un polígono, con una figura de papel, cartón o madera, perfeccionando en estas experiencias el tiro y aprendiendo cuáles eran los puntos menos letales. Porque ahora era yo quien portaba un arma, no los malos; ahora podría ayudar a aquellos que no pueden hacerlo por sí solos.


Y así, durante un año, conocí a muchas personas, unas más buenas que otras, pero todas llegando a mi vida con una finalidad, recorriendo nuevos lugares y ganándome las miradas cargadas de admiración y amor, especialmente por parte de los niños, quienes siempre con una sonrisa en el rostro se acercaban a saludar.


Al salir de allá, aún tenía ganas de continuar en la institución, puesto que en mi proyecto de vida siempre tuve tres opciones claras y concisas, las cuales me han gustado y llamado la atención por igual: la milicia, la pedagogía y la psicología. Al no ser admitida en la escuela de carabineros, me dije: solo Dios sabe por qué ocurren las cosas y este ya no es mi camino, es hora de volver a planificar mi futuro. Empecé a informarme sobre dónde estaban las escuelas normales más cercanas y, con la ayuda de una maestra de mi pueblo, me enteré de la ENSMA de Guadalupe, Santander, donde hoy en día me encontré realizando el PFC, motivo por el cual estoy relatando pequeños fragmentos de mi historia.


Y así, a lo largo de mi corta vida, he tenido que sentir el dolor propio y acompañar en el ajeno, a luchar, a no rendirme, y a siempre levantarme, teniendo la certeza de que hoy será un día mejor. Porque para muchos son historias que ya ocurrieron y sí, están en el pasado, pero aún se siguen recordando. Porque… Aunque avancemos en la tecnología, en la comunicación, en la arquitectura, no avanzamos en el respeto, en el amor y en la paz por el otro.


Soy Astrid Arianna Uribe Camacho, nací el 28 de septiembre del 2003, oriunda del municipio de Santa Helena del Opón, Santander y, aunque sea un municipio olvidado y haya pasado por tanto, amo ser de allí, porque si no fuera así no sería tan fuerte ni vería el mundo desde el punto de vista que lo veo. Tengo muchos sueños y metas, unos que ya no podré alcanzar por diversas situaciones y otros que sé que poco a poco los haré realidad, porque soy una chica valiente, capaz, creativa, responsable, empática y compañerista. 


Siento que soy buena escuchando, que en mí pueden contar sin importar la adversidad por la que estén pasando, porque con gusto pondré mi hombro para que puedan derramar las lágrimas necesarias sin miedo a ser juzgados o fichados por tener que pasar por situaciones que no se pueden controlar. 


Estos son los fragmentos de la historia de un corazón andante, un corazón que no se rinde y que sigue latiendo con fuerza y amor.


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